La Señora
Silvia había recibido más golpes que de costumbre esa noche, su actual pareja
el joven Miguel Martínez Murillo, 10 años menor que ella, había perdido el
control por efectos de las drogas y no tuvo mejor idea que golpearla hasta
dejarla desmayada. Los vecinos a pesar de que oyeron los gritos de la mujer no trataron
de detenerlo, sabían del carácter y las malas juntas de Miguel y por temor a
las represalias.
Aproximadamente
a las cinco de la tarde despertó Silvia, su cuerpo estaba lleno de moretones. A
pesar de estar bajo los efectos de la droga, Miguel tuvo cuidado de no golpear
ninguna parte visible, todos los moretones estaban en el vientre y en la
espalda. Cuando despertó lo vio a él tirado en el piso de tierra afirmada,
húmeda por la lluvia que se filtraba por el techo de esteras y plástico, pensó
en tomar un cuchillo, en matarlo y luego matarse ella, por que ella tenía la
culpa de que él estuviera así, por ella dejó su brillante carrera en la
Universidad San Marcos, por ella se alejo de su familia, que hasta el último
momento siempre le pidieron que volviera, que olvidarían todo y se lo
ocultarían a su enamorada, por ella..., por una prostituta.
Ahora las cosas
habían cambiado, hacía un año ya que estaban juntos, que la necesidad lo había
obligado a robar y a juntarse con las amistades de Silvia, y empezar a consumir
primero marihuana, luego pasta y finalmente todo lo que encontrará, bebía todo
el día, cuando estaba lúcido solo se le podía ver recogiendo botellas de
plástico en un saco de arroz todo corroído y sucio, o buscando papeles tirados
con los cuales liar cigarros y seguir fumando marihuana.
Ella sabía que
una vez tirado en el piso no despertaría hasta muy tarde, tomo sus cosas, un
saco largo que alguna vez fue de gala y su pequeña cartera. La niebla estaba
espesa, no se podía apreciar nítidamente a cinco metros de distancia, bajo por
el Jr. Las Golondrinas, y caminó hasta la Av.
Perú pensando en como librarse de él y de su vida sin tener
que recurrir al suicidio, hacía unas semanas que estaba juntando dinero a
escondidas, aún no tenía mucho, pero ya casi era suficiente para regresar a su
tierra, donde de seguro su madre la esperaría.
Al bajar por la
avenida Perú casi llegando al colegio Naciones Unidas, frente a la Iglesia San
Luis Gonzaga vio a alguien tirado en la arena, no podía evitarlo, le hizo
recordar a Miguel y fue a ver en que podía ayudarlo, lo que encontró fue
espantoso, un joven de no más de 24 años estaba tirado en el suelo
completamente bañado en sangre, lanzó un grito de desesperación que alertó a
los vecinos.
Silvia trabaja
todas las noches en la avenida Manco Cápac en la plaza de Armas, Municipalidad
e Iglesia de la Victoria ,
estaba acostumbrada a ver abusos de los policías y serenazgos que se las
llevaban a las comisarías o a los hostales y las forzaban a tener relaciones
con tres, cuatro o cinco personas, había visto la muerte de varios pandilleros
y pirañas, muertes que nunca son reportadas, muertes de barristas, pero la
escena que vio aquella noche fue la peor de todas, el tórax estaba
prácticamente abierto y las entrañas fuera, al difunto se le habían soltado las
heces y la orina, era una escena desastrosa, lo único que quedaba intacto era
el rostro en un gesto de desesperación mordiéndose los labios con fuerza.
Sabía lo que
tenía que hacer en esos casos, debía correr, tenía que alejarse de la escena
del crimen, ella era una prostituta, ya antes la habían intentado acusar de
asesinato por no querer tener sexo con un policía, hasta la amenazaron con
sembrarle droga sino accedía a tener relaciones con dos policías y un serenazgo
al mismo tiempo… No pudo, no pensó en otra cosa que ir corriendo a la
delegación de Policía de Villa Los Reyes e informar al Comisario de lo
sucedido.
La apariencia del comisario era ruda pero triste,
cuando informó sobre el asesinato que había visto, el efectivo no le tomo
importancia, parecía ensimismado en sus pensamientos, se dirigió con ella al
lugar del crimen, dio unas cuantas ordenes y regresaron a la comisaría a tomarle
sus declaraciones, parecía no haberse dado cuenta de que era una prostituta.
Busco en su billetera, le dio cien soles y le dijo que se comprara algo, que
hacía mucho frío, y que no eran horas para estar andando así en la calle, luego
se metió en el baño y estuvo media hora ahí, ella no sabía si quedarse o irse.
Lo esperó. Cuando el comisario salió del baño al verla en la comisaría le dijo
que se largara o sino la iba encerrar por presunta culpable del crimen, ella
bajo la cabeza y se fue.
Camino sin saber a donde, desde que había salido
ya era tarde para que vaya a trabajar, y ahora ya había perdido más tiempo con
todo lo sucedido, se puso a pensar en el joven tirado en el suelo, luego pensó
en Miguel, caminó hasta el Cruce de Ventanilla con la Panamericana Norte, todo
estaba vacío, pasó una Combi, estaba vacía, y alzo la mano para que la llevaran
a Puente Piedra, el cobrador y el chofer se miraron entre ambos y le
preguntaron a quema ropa que cuanto les cobrara el “servicio” allí no mas en la
combi, mecánicamente respondió que veinte soles cada uno, ellos le dijeron que treinta
por los dos porque era en la combi y además ellos usaban sus propios condones,
era un día perdido así que acepto, la dejaron en Puente Piedra, y esperó a que
amaneciera, pasó toda la madrugada caminando, sentada en el parque frente a la
Municipalidad de Puente Piedra, los serenazgos pasaban pero no le decían nada,
o talvez no le tomaron importancia. Sabía que no podía regresar a su casa con
tan poco dinero porque sino la golpiza podría ser peor, así que fue al único
lugar a donde podía ir, fue a la de su “amiga de la chamba”, tomo la cuarenta y uno hasta Villa El
Salvador, se lamento de que las putas tuvieran que vivir tan lejos de su centro
de trabajo.
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