viernes, 10 de febrero de 2017

Cuento 1

El comisario de la delegación de Villa Los Reyes no había terminado aún de tomar su café cuando una señora entro gritando que habían matado a un joven enfrente de la Iglesia San Luís Gonzaga de Luís Felipe de las casas. El comisario Márquez no tenía ánimos de nada esa madrugada, lo único que tenía en mente era que su hija estaba saliendo con un tipo al que el había encerrado varias veces en la comisaría. El maduro comisario, viudo desde hacía más de 4 años, no podía controlar el carácter de su hija heredado a su vez de su difunta esposa. En su juventud aquel impetuoso carácter fue lo que le hizo enamorar de quien en vida fue Emilia Correa, no esperaba que aquel mismo temperamento años después le causara dolores de cabeza cuando su hija lo heredará.

Salía sin ganas, a ejercer un trabajo de rutina, se había adelantado llamando al fiscal para el levantamiento de un cuerpo que aún no había visto. La noche fria de nieblas espesas se empozaba en las calles como un humo espeso, humedecía la arena suavemente y se pegaba a las paredes con tal fuerza que las marcas en las paredes de triplay no desaparecían nunca por más capas de pintura que se utilizarán. De los techos de calamina caía un intenso goteo formando hoyos en la arena que a su vez se convertirían en chacos. Se dirigió a la escena del crimen en su Pathfinder junto con dos efectivos y la señora que había dado la alarma, desde la entrada por Grifo 2000 se podía ver gente amontonada donde debería estar el cuerpo, a pesar de la hora varios curiosos se apostaron al borde de la Iglesia.

El comisario no dejaba de pensar en su hija, la semana pasada se había escapado y regresado a las seis de la mañana del día siguiente, eso le costo que su padre le cortara el cabello muy corto, la joven lloró desconsolada esa noche, pero amenazó con que a la primera oportunidad que tuviera se escapaba con Alex, desde ese día el señor Márquez la dejaba encerrada con llave en su casa. Había tenido la idea de habilitarle una habitación en la comisaría, pero por noches como esta era que la idea termino por desecharla.

Cuando se acerco a ver el cadáver reconoció al joven, sintió un dolor en su corazón, no por el difunto sino por su hija, Alex estaba tendido en la arena rodeado en un charco de sangre, no pensó en nada más que en su hija, se retiro para asombro de la gente que lo esperaba, solo atinó a lanzar un carajo por la demora del Fiscal, ordenó a los oficiales tapar el cuerpo con más periódicos y que alejarán a la gente, que no había nada que ver, y que se largarán sino querían pasar una noche en la comisaría. La sorpresa sería mayor cuando semanas después su hija le confesará que estaba embarazada del muerto, y que quería abortarlo porque no deseaba tener un hijo sin padre.

El fiscal detalló que el joven fue asesinado por 30 puñaladas pero solo una fue mortal a la altura del corazón. Cuando trataron de buscar testigos, solo respondieron que se dieron cuenta del cadáver por el grito de una señora que pasaba por ahí. En el atestado la señora que había llegado a la comisaría a informar sobre el hallazgo del cadáver declaró que solo pasaba por ahí para atender asuntos personales.

Aún después de tres meses seguían buscando al homicida sin obtener resultados positivos, el mejor amigo declaro que cuando regresaron de una fiesta vinieron en un taxi y se despidieron enfrente de la parroquia. El velorio fue concurrido, el difunto tenía varias amistades, el comisario le llevó una corona, su hija no quiso ir porque argumentó que no le gustaban los velorios, el joven tuvo que ser velado con el cajón cerrado, su asesino se ensañó tanto que le terminó desfigurando el cuerpo, todo a excepción del rostro, en la cara no tenía ningún corte, solo un arañón que se ocasionó en el momento de subir el cuerpo a la camioneta para llevarlo a la morgue. El velorio no duró mucho el cuerpo apestaba tanto y terminó por reventarse dentro del cajón cuando lo llevaban a una fosa común en Zapallal, uno de sus amigos, el que lo había visto por ultima vez no aguanto el hedor y termino soltando el cajón en la pendiente que llevaba a la fosa, los demás perdieron el equilibrio por lo accidentado de la zona y el cajón terminó cayendo al suelo y destapándose boca abajo, dejando tirado en la arena el cuerpo, la madre presa de un ataque de nervios se abalanzó sobre el cajón gritando que su hijo estaba vivo y que ayudaran a levantarlo, la gente que acompaño el entierro no pudo olvidar la imagen de aquella señora de cincuenta y ocho años abrazando un montón de sangre coagulada y restos de su cuerpo desecho.

El comisario, tratando de contener todo el asco que sentía, levantó a la señora y se la llevó lejos del cuerpo. Cuando recogieron el cuerpo ya cerca de las seis de la tarde lo llevaron a la fosa y lo sepultaron lo mejor que pudieron, el comisario Márquez llevó a la señora al hospital y estuvo con ella todas los domingos hasta el día de su muerte en el Hospital Larco Herrera al año siguiente.

Todas las noches tenía que bañarse, y así lo hizo mientras podía por sus propios medios, porque sentía que el olor pestilente del muerto no lo dejaba dormir. Ya después de muchos años cuando su nieto Alex era una persona mayor de edad por única vez le pidió ayuda para bañarse, esa noche sintió que aquella pestilencia se había alejado para siempre, y falleció a las once y media de la noche de un jueves de febrero.


Al día siguiente del entierro cuando llegó a su casa encontró a su hija Elizabeth Emilia besándose con otro chico al que no conocía, la tiró de los pelos al suelo y amenazó con su pistola al joven, no pudo contener más la indignación y golpeó a su hija tan fuerte que casi sin querer la hace abortar. Su hija lo abandonó ni bien dio a luz a un varón de tres kilos y medio, estaba trabajando por aquellos tiempos en un grifo, y dicen que la vieron irse con un conductor de combi. El último día que su padre la vio fue el día en que nació su nieto al que días después lo bautizará como Alex, él le dijo que no se preocupará que todo iba a empezar de nuevo, ella le contestó diciendo que todo estaba bien y que saldría adelante por su hijo. Aquella misma tarde se escapó del hospital y no volvió a ver a su padre. Solo una vez Elizabeth Emilia se acordó de su padre y de su hijo, esa noche en Trujillo lloró amargamente, cuando su segundo hijo de 6 años le preguntó porque lloraba solo le dijo que le había entrado algo al ojo y que ya se le pasaba.

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